Se veían las astas en el horizonte. Refulgían con un furor que dejaba ciego a los ojos y en blanco el corazón. Le llamaron la batalla de Lluchmajor, un tiempo después. Para mí, fue la misma muerte en vida.
Vi a mis hermanos de sangre regar la planicie con su vida, segada a temprana edad y aderezada por el odio de nuestros enemigos. Quizás ellos solo vieron en los míos tristeza y un amargo rencor por la pérdida. Más allá de tus amigos y hermanos de armas, perdimos un trozo de nuestra alma en esos campos, que no supieron colmar ni con la alegría de los vencedores.
Los vencidos, ni eso.
El terror de la batalla, no es comparable al terror de ser perseguido y hostigado hasta el infortunio. Nuestra salvación no vino del cielo ni del infierno; mucho tuvo que ver Rigobert Mestres, capitán de nuestra compañía, mejor hombre y amigo, hasta el fin de sus días...
Fragmento extraído de las crónicas de Dracs.
Part Primera.
Vi a mis hermanos de sangre regar la planicie con su vida, segada a temprana edad y aderezada por el odio de nuestros enemigos. Quizás ellos solo vieron en los míos tristeza y un amargo rencor por la pérdida. Más allá de tus amigos y hermanos de armas, perdimos un trozo de nuestra alma en esos campos, que no supieron colmar ni con la alegría de los vencedores.
Los vencidos, ni eso.
El terror de la batalla, no es comparable al terror de ser perseguido y hostigado hasta el infortunio. Nuestra salvación no vino del cielo ni del infierno; mucho tuvo que ver Rigobert Mestres, capitán de nuestra compañía, mejor hombre y amigo, hasta el fin de sus días...
Fragmento extraído de las crónicas de Dracs.
Part Primera.
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